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VENEZUELA 2003 Barrio "El Manicomio"
novembre 2003

VENEZUELA 2003

“Nuestra arma es la Constitución”

Venezuela ha perdido gran parte de su clase media, mientras grandes grupos industriales actúan como partidos políticos.

Caracas. No obstante la escasa iluminación, sobre la fachada puede leerse la placa: “Escuela Bolivariana Giovanni Battista Alberti”, ubicada en el barrio “El Manicomio”, en Caracas.
La Giovanni Battista Alberti es una de las escuelas que fueron cerradas en diciembre pasado por el alcalde metropolitano Alfredo Peña, notorio adversario del presidente Hugo Chávez. Pero la comunidad del barrio logró reabrirla.
“Hemos apelado al artículo 102 de la Constitución, que declara a la educación un derecho humano fundamental y en consecuencia intangible como el derecho a la vida”.
El que habla es Carlos Parra, ex profesor de matemáticas de la Universidad Simón Bolívar, hoy responsable de la Editorial Galac, una pequeña pero destacada casa editora. “Sin embargo”, precisa de pronto, “todo el tiempo que me queda lo dedico a promover el proceso revolucionario, a hacerlo conocer entre la gente. Por ejemplo, en la asamblea de esta noche debemos informar a la comunidad de una serie de iniciativas a nivel urbano”.
La reunión tiene lugar en el aula magna de la escuela. Hay muchas mujeres, y algunos niños que corretean. La velada está llena de discursos de tono tranquilo.
“El hecho es —explica Parra con paciencia de maestro— que en los últimos 25 años, este país ha sido destruido. Pero, si logramos involucrar a millones de personas a las que les importa el desarrollo, la educación, la calidad de vida, todo el país ganaría con ello”.
Las estadísticas dicen que en Venezuela la clase alta se mantiene en torno al 5% de la población, mientras que el porcentaje de clase media continúa disminuyendo: entre 1983 y 1998, pasó del 27% al 17%. Esto ha significado el consiguiente aumento de la masa de pobres.
“Uno de nuestros objetivos de política económica”, explica Parra, “es precisamente el crecimiento de la clase media. Como ha dicho el presidente Chávez, un país con una importante clase media facilitaría la transformación de un modelo económico que hoy se basa en una monoproducción (el petróleo) y está dominado por algunos grandes grupos monopólicos”.
En Venezuela, los grupos industriales más poderosos son dos: Polar y Cisneros. El primero produce la cerveza homónima —la más vendida del país—, así como una serie de productos alimenticios, desde mantequilla hasta pastas. El segundo produce otra cerveza, pero sobre todo está a la cabeza de un imperio televisivo, Venevision.
Estos grupos encabezaron las huelgas de los últimos meses y después el prolongado paro cívico, que resultó costosísimo para la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) (NA, Ene. 15, 2003) Y no es todo. Según el semanario estadunidense Newsweek, el magnate Gustavo Cisneros, amigo del ex presidente estadunidense George Bush (1989-1993), fue el cabecilla del fallido golpe del 11 de abril del 2002 (NA, Abr. 22, 2002).
Un gran número seguidores de Chávez están organizados en los Círculos Bolivarianos, que según el mandatario, “son organizaciones que cooperan con la comunidad. No son grupos armados” (NA, Jun. 3, 2002).
La escuela Giovanni Battista Alberti ha sido reabierta gracias al Círculo Bolivariano local. Los círculos están esparcidos en todos los barrios populares.
“Los círculos bolivarianos”, explica un residente quien dice llamarse sólo Rafael, “son asociaciones de personas que voluntariamente se encargan de trabajar para la comunidad, buscando resolver problemas: desde el alcantarillado hasta los demás servicios urbanos”.
Pero hay también una definición más política. “Son células muy importantes del proceso revolucionario, que tienen su base ideológica en la Constitución, dado que ésta promueve la democracia participativa”, agrega.
A propósito de los círculos, diarios y televisoras han escrito y dicho de todo: que son organizaciones subversivas, que esconden armas, que sus miembros van a las manifestaciones de la oposición para crear desórdenes.
“Nosotros”, explica Rafael, “somos exactamente lo contrario de lo que dicen. No sólo no tenemos armas, sino que la mayoría de nosotros ni siquiera las sabe utilizar. Para entender lo absurdo de la acusación basta con visitar algunos círculos: cualquiera se da cuenta inmediatamente que los afiliados son gente de lo más normal”.
“La verdad es muy simple: nuestra única arma es la Constitución, el arma más eficaz que haya existido en este país”, dice.
Paolo Moiola desde Caracas



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